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miércoles, 31 de julio de 2013

Nothing like us. {53}

¿Preparada?



—     Despierta princesa. —me susurró una melodiosa voz al oído. Me revolví en la cama inquieta y algo molesta, estaba adormilada, inconsciente— princesa. — oh vamos, déjame dormir, tu voz es hermosa, pero quiero dormir pienso mientras doy vueltas y vueltas en la cama— dormilona, te echo de menos, ya es hora de que despiertes. —esta vez el susurro se hace en mi piel, Justin, oh, ahora recuerdo estoy en Paris.

Escuché la risa de Justin, la podía sentir cerca, muy muy cerca y entonces empecé a reír yo. Abrí los ojos lentamente y vi su perfecta sonrisa muy cerca de mis labios, oh vamos de buena mañana provocándome, así no hay quien se resista pensé mientras me colgaba de su cuello y lo besaba una y otra vez sin parar. Justin se despegó de mí echándome un vistazo de arriba abajo hasta llegar a sus ojos y como tantas veces había hecho me perdí en su mirada, esa mirada miel la cual no me cansaba de mirarla día tras día. Ahora lo examiné yo de arriba abajo, iba totalmente despeinado, esos pelos indomables de Justin. Reí al verlo así. En ropa interior y yo pensando en su pelo y en su sonrisa, se nota que le quiero, ¿no?

—     Pensaba que no te despertarías nunca. —negó con la cabeza riendo.
—     Buenos días mi vida. —me incorporé a la cama— ¿me has estado observando mientras dormía?
—     Nunca me canso de hacerlo. —se tiró encima de mí.
—     ¡Animal, que pesas! —intenté zafarme de su cuerpo y extrañamente lo conseguí, ahora era yo quien estaba encima de Justin.
—     Me gusta empezar así las mañanas. —intentó besarme pero me aparté quedándome a muy pocos centímetros de su boca, provocándolo— ¿me vas a besar? —se impacientó.
—     Mmm…—me lo pensé— ¿qué me das a cambio?
—     Mil besos más. —acarició suavemente mi espalda.
—     ¿Y si no me gustan te los devuelvo? —reí animadamente escondiéndome en su pecho.
—     Eso estaría bien. —besó mi cabello.
—     ¿Probamos? —besé sus labios suavemente.
—     No me ha gustado, eh. —negó con la cabeza haciéndose el insatisfecho y me besó él a mí.
—     Puag, mal, mal, eh, a ver prueba otra vez. —reí en su boca intercambiando nuestros alientos. Y después de repetir eso unas cien veces más o menos dejamos de hacer el tonto.
—     Vamos a desayunar. —dijo levantándose de la cama.
—     Primero quiero ducharme. —le hice un pucherito.
—     Sólo si lo hago contigo. —me impidió el paso hacía el baño.
—     Al final te vas a acostumbrar Bieber. —reí— quiero llegar virgen al matrimonio, ¿sabes? —me burlé de él.
—     Ja, ja, ja. —puso los ojos en blanco.

En un movimiento rápido me cogió como a un saco de patatas y de ésta manera entró al baño. Me dejó en el suelo y cerró la puerta con pestillo para que no pudiese escapar, cosa que tampoco quería hacer. Mi cara reflejaba una sonrisa de oreja a oreja, estaba feliz, muy feliz. Justin me miraba con amor y deseo, esa mirada de amor sincero y un deseo descontrolado.

No quería desaprovechar el tiempo, bastante había hecho con dormir esas horas. Ahora lo normal ya no era importante, quería salir a conocer Paris con mi chico, me moría de ganas, así que me quité rápidamente la ropa interior y me metí en la ducha, Just me siguió al momento.
Y una vez más completamente desnudos en la ducha, cuerpo a cuerpo pero como no, sin llegar a nada más. Se podría decir que somos insaciables, siempre queremos más el uno del otro, jamás me cansaría de Justin, ni teniéndolo las veinticuatro horas del día a mi lado. Bueno, ahí me he pasado, la verdad es que pasar todo el día con Justin está bien lo que al final te acabas cansado de la palabra swag no sé cómo es posible que la repita tantas veces en tan pocos minutos. Reí al pensar eso, enserio, ¿cómo leches puedo pensar eso estando en la ducha con mi novio?

Justin sonrió e inocentemente me atrajo hasta su cuerpo sin saber a lo que conllevaba eso, a más deseo. Instintivamente nuestros labios se unieron, nuestras lenguas empezaron a buscarse, a desearse más y más, lo único frío que nos rodeaba era la lluvia artificial en la que estábamos sumergidos. Justin cogió una de mis piernas y la posó en su cintura, estábamos pasando de nivel y tenía algo de miedo. Posé mis manos en sus hombros y me subí a su cintura, Biebs me miró sorprendido, estábamos tan cerca de… ya sabéis. Besó mi cuello innumerables veces, nuestras respiraciones van al compás, entrecortadas, agitadas por el deseo. A pesar de su delgadez Justin está fuerte.


—     Ya. —dijo cortándome el rollo.
—     Joder. —repliqué molesta— no voy a estar esperándote toda la vida.
—     Espera algo más cielo. —me besó dulcemente los hombros.
—     Puedo esperar, pero no lo lleves a tal nivel para después…—me encogí de hombros.
—     Lo siento, te amo.

Puse los ojos en blanco, sonreí sin darle importancia pero en realidad la tenía. A ver, soy una adolescente, amo a mi novio y quiero que sea especial, quiero experimentar cosas nuevas y que mejor que con él, pero insiste en esperar y yo sólo cumplo su voluntad, le quiero demasiado.


***


Después de desayunar fuimos a conocer Paris. Se me hacía rarísimo salir a la calle con Justin sin Kenny, Moshe, Liam o cualquier otro miembro de seguridad. Y la verdad es que teníamos la situación bajo control, se acercaban fans al reconocernos pero no hubo ningún altercado mayor.

Visitamos el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos así llegamos a la Plaza de la Concordia y contemplamos el Obelisco de Luxor. En resumen, nos pasamos el día visitando monumentos, edificios, jardines y museos históricos. Sinceramente, estaba aburrida de tanta historia. No es que no me guste la historia, pero tanta en un día es cansado. Lo único que quería era tumbarme en la cama y dormir, dormir plácidamente. Pero al parecer mi novio tenía otros planes.

—     ¿Cansada? —preguntó cuando llegamos al hotel.
—     Sí, de tanta historia. —gruñí— lo hemos hecho todo de golpe Just.
—     Ya, bueno. —se encogió de hombros.
—     Cama, dulce cama. —me dejé caer en ella dejando a un lado las bolsas de la ropa que me había comprado, tal vez me pasase un poco, Paris es algo caro.
—     ¡No te tumbes Shwaty! —me levantó Justin— aún no hemos acabado.
—     ¡Joder! Mas monumentos no, por favor. —le pedí siendo arrastrada por su mano.
—     Sólo uno más. —sonrió.
—     Joder, que no Justin, que me duelen los pies y estoy harta de tanta historia, que no. —me negué enfadada, que poco romántico.
—     ¿Ni cenar en lo alto de la Torre Eiffel? —besó la punta de mi nariz.
—     ¡QUE NOOOOOOOO CANSINO! —dije precipitadamente sin escuchar lo que acababa de decir— uy, no, espera, perdón. —le besé ahora yo— Esa idea está mejor, muchísimo mejor. —lo abracé efusivamente.
—     Pues ponte más guapa aun. —besó de nuevo la punta de mi nariz— esta noche va a ser especial cielo.
—     Yo también lo noto. —sonreí inocentemente— voy a ducharme.
—     Yo también. —besó mis labios— pero en la otra ducha. —rio.
—     Vale, como quieras. —nos fundimos de nuevo en un beso para luego separarnos.


Como era de esperar Justin acabó antes que yo eligiendo su ropa, el cabrón no me dejó ver lo que se iba a poner, decía que era una sorpresa. Vaya sorpresa pensé mientras ponía mis ojos en blanco. Mientras Justin se fue a duchar yo seguí rebuscando en mi maleta, sin saber muy bien que ponerme, sabía que esta noche iba a ser especial. Una cena en Paris y luego a saber lo que pasaría, lo presentía, estaba nerviosa, Justin también, hoy iba a ser la noche. Dios, suspiré intentando tranquilizarme y pensar en otra cosa. Mientras estuviese entretenida no pensaría en eso, así que saqué toda la ropa de mi maleta llevándome una sorpresa.

Un paquete azul con letras naranjas en diferentes tonalidades llamó mi atención, estaba segura de que yo no había puesto ahí, segurísima. Le di la vuelta para saber que era y me encontré con el logotipo de DUREX CONTROL. Abrí los ojos como platos, ¿qué mierda hacía eso ahí? Justin no lo podía haber puesto ahí, sólo una persona podía haber sido. Mi padre. Miré de nuevo a ese paquete, incrédula. Dios, ¿en qué pensaba mi padre? ¿Qué era una ninfómana o algo por el estilo o qué?


—     LLAMADA TELEFÓNICA—


—     ¿Sí? —contestó pacíficamente mi padre.
—     Hola papá. —le contesté amablemente.
—     Cariño, ¿Qué tal Paris? —sonrió detrás del teléfono.
—     ¿Lo sabías, eh? —eso ya me lo había supuesto.
—     Claro. —rio.
—     Pero voy a tener que volver a Atlanta. —me hice la apenada.
—     ¿Ha pasado algo? —dijo preocupado.
—     Oh, no. Nada fuera de lo normal. —respondí con sarcasmo— ¡EXCEPTO QUE MI PADRE ME HA METIDO UNA CAJA DE PRESERVATIVOS EN MI MALETA! —le grité.
—     Cielo, cielo. —intentó calmarme.
—     ¡Ni cielo ni hostias! —le seguí gritando— ¿crees que soy una ninfómana o qué?
—     No, claro que no. —se intentó excusar.
—     Sé cuidar de mi misma, voy a cumplir diecisiete años, tranquilo, que si no me pones preservativos en la maleta no te vendré con un bombo se comprar, yo o Justin, pero joder, no me avergüences así papá, eres la hostia, eh.en realidad no estaba enfadada, pero quería darle una lección a mi padre.
—     ¿Cómo has dicho?dijo incrédulo mi padre.
—     Adiós papá, estoy bien y no estoy embarazada, gracias por los preservativos. —me mofé.
—     ¡____! —me gritó.
—     Adiós. —estallé a carcajadas de nuevo y colgué.


Dejé el móvil encima de la mesita de noche, ya había perdido demasiado tiempo, finalmente escogí la ropa que me pondría pero con las prisas dejé los preservativos encima de la mesita sin darme cuenta, con lo cual Justin los vería fijo y la verdad, no sabía si eso era bueno o malo.
Me di una buena ducha, para quitarme todo ese sudor y ese cansancio de encima, y funcionó. Sólo el hecho de pensar lo de esta noche con Justin me recargaba las pilas pero a la vez me ponía nerviosa. Así que al acabar de ducharme me vestí para luego maquillarme y rizar mi pelo con las tenacillas. (http://www.polyvore.com/paris_je_taime/set?id=91629298#fans).

Al salir del me encontré a Justin sentado en la cama y mirando fijamente algo que tenía en las manos. Por supuesto que era eso.

—     ¿Qué haces con eso? —dije arrebatándoselo de las manos.
—     Eso me preguntaba yo. —me miró incrédulo— ¿seguro que eres virgen?
—     Imbécil. —le pegué una bofetada enfadada y sonrojada a la vez.
—     Vale, lo siento. —se acarició la cara— pero, me vas a dejar seco si utilizamos todo esto.
—     OH DIOS, PUTO LOCO. —volví a pegarle— que caballero, así da gusto tener un novio.
—     _____, para de pegarme. —dijo molesto.
—     Para de decirme esas cosas, ni que fuese una ninfómana, joder. —espeté— eso lo ha puesto ahí el loco de mi padre a saber porque. Pero tranquilo que no los utilizaremos, ni uno, moriré virgen o si más no tú no serás quien…—vale, vale, vale. Había cogido demasiada carrerilla. No pensaba lo que decía.
—     ¿No seré quién? —me miró dolido.
—     Nadie, ¿vamos a cenar? —sonreí falsamente, la que se montaba por nada.
—     Dilo. —insistió.
—     Nada Justin, lo he dicho sin pensar. —le besé— pero me sacas de mis casillas. —solté una risita.
—     Te quiero. —suspiró en mi cabello— tema zanjado.
—     Te amo mucho, mucho, mucho. —que enfados más tontos pensé.
—     Vas preciosa. —me hizo girar sobre mí— perfecta. —realmente estaba sorprendido.
—     Y tú con americana y pantalones ajustados. —dije incrédula— estás perfecto, cada día me enamoras más. —le confesé.
—     Mejor, así no te irás con otro. —bromeó.

Después de besuquearnos algo más salimos del hotel para entrar en el taxi que nos llevaría a la Torre Eiffel, allí cenaríamos contemplando las vistas de todo Paris. Una noche perfecta, seguro.


Al llegar no pude evitar quedarme alucinada al ver ese enorme monumento lleno de luz. Era precioso, indescriptible, enserio, estaba asombrada y entusiasmada a la vez. Sólo por estas vistas el día había valido la pena. Tampoco pude evitar el sentirme incómoda al ver tantas miradas posadas en mí y en Justin. Sentía que mis tacones hacían demasiado ruido y mi ropa era demasiado elegante, aunque sólo era inseguridad, tonterías. Justin en cambio se veía tan seguro de sí mismo, con una amplia sonrisa iluminando su cara. Se le veía feliz, radiaba felicidad y eso era genial, enserio, no podía pedir más.


—     ¿Dónde vas? —me preguntó Justin cuando me desvié hacia las escaleras del monumento o edificio no sé muy bien cómo llamarlo.
—     Ir a la Torre Eiffel y no subir por las escaleras es un delito.
—     El delito sería si te dejase subir con esos tacones, anda sube al ascensor. —rio Biebs.
—     Vamos, me los quitaré. —insistí.
—     Al bajar. —intentó hacer un trato.
—     Está bien. —acepté, cuando Justin se pone terco no hay quien lo saqué de ahí.

Subimos por el ascensor, la verdad es que había muchas escaleras y hasta el viaje en ascensor se hizo eterno, además de que somos claustrofóbicos. Fue algo inquietante la verdad, quería salir de ahí en cuanto antes. Gracias a Dios llegamos en unos minutos hasta arriba, pero no del todo, si no en la parte dónde se hallaba el restaurante. Justin ya había reservado mesa, al lado de la ventana por cierto, así que nos sentamos cuanto antes.

—     Las vistas son preciosas. —dije alucinada mirando por la ventana—estamos muy altos.
—     Espera subir a arriba del todo.
—     Esto es tan increíble. —suspiré.
—     Tú eres increíble.
—     Gracias, enserio. —cogí sus manos— eres el hombre de mi vida. —le sonreí.
—     ¿Cuántos hijos tendremos? —me preguntó pensativo.
—     ¿Dos?
—     Eso es muy poco. —frunció el ceño Justin.
—     No soy una fábrica de niños. —estallamos a carcajadas.
—     Un mini Justin y una mini ____. —sonrió enternecido.
—     Improvisaremos. —reí divertida y a la vez enternecida.
—     Vamos a ser una familia muy grande.
—     ¡Justin! —le pegué cariñosamente esta vez— no hablemos de eso ahora, sólo vivamos esto, no va a durar para siempre. —confesé mi temor— no nosotros, si no nuestra juventud.
—     Aún somos muy jóvenes cielo. —besó mis manos.
—     Voy a cumplir diecisiete en unos meses. —que abuela.
—     Yo diecinueve. —suspiró.
—     Imposible tú eres nuestro bebé, aun tienes dieciséis. —me negué.
—     ¿Nuestro? —preguntó confuso.
—     De las Beliebers.
—     ¿CÓMO, CÓMO? —preguntó incrédulo— ¿eres Belieber?
—     Claro. —le confesé.
—     Lo sabía, sabía que acabarías siéndolo. —sonrió victorioso.
—     Sí, tenías razón. —reí— es imposible no serlo teniéndote tan cerca.
—     Debo de confesar que yo soy un Dreamer. —me quedé en plan wtf?
—     ¿Qué es eso? ¿Un lenguaje en clave? —reí.
—     ____, es tu fan base. —me miró incrédulo.
—     Eh, eh. —le miré sorprendida— hace unos días mi fan base aun no tenía nombre.
—     Pues eso ha cambiado. —sonrió orgulloso.
—     Así que mis Dreamers sonreí. —y caí en seguida por qué ese nombre.

Hace un mes tuve una entrevista, una entrevista algo profunda por así decirlo. Me sinceré con todo el mundo, conté mi historia, toda mi vida por así decirlo, algo que al parecer llegó a la gente y sobre todo a mis fans, esta noche noté estar más conectada con ellos. Al acabar la entrevista sacamos algunas conclusiones una de ellas que yo, era una soñadora, una gran soñadora. Y de ahí el nombre de la fan base, son increíbles.

Al segundo de recordar esa historia me conecté a Twitter, con el permiso de Justin claro. Él también aprovechó para conectarse y twittear a sus fans. Yo les dejé un tweet; “My Dreamers”. Y volví a guardar el móvil. Después de esta pequeña pausa pedimos nuestra comida, dos filetes con patatas fritas. Aun estando en el mejor restaurante del mundo no íbamos a dejar de pedir lo que más nos gustaba. Pero lo que si cambió fue nuestra bebida, en vez de pedir lo de siempre Justin optó por vino.


—     ¿Quieres emborracharme? —reír al ver que Justin pedía una segunda botella.
—     No, esta noche no. —sonrió pícaramente.
—     ¿Y por qué esta noche no? —pregunté curiosamente, aunque ya sabía la respuesta.
—     Es especial. —me sonrió.
—     Ajá. —contesté absorta en mis pensamientos, estaba nerviosa, mucho, sabía lo que pasaría dentro de unas horas, los dos lo sabíamos.
—     ¿Qué hora es? —preguntó curiosamente.
—     Las doce y cinco. —vaya, como había pasado el tiempo— pero cielo, llevas tres relojes, ¿por qué me preguntas la hora a mí? —reí a carcajada limpia, que normal.
—     Ya es hora de volver al hotel. —dijo bebiéndose el último trago de su copa.
—     ¿Hay algo que te guste de postre? —pregunté mirando la carta, yo ya estaba llena.
—     Sí. —me miró y me guiñó un ojo acercándose más a mí— tú.
—     El postre se toma en casa. —reí levantándome precipitadamente de la silla.
—     Sólo si pago yo. —sacó su monedero.
—     ¿Hay otra opción? —eso más bien era una pregunta retórica, ya sabía la respuesta.

Justin pagó la cena sin ni siquiera dejarme darle un solo dólar. Repito, tengo dinero que gastar, también necesito gastar. No me molesté por ello ya que sabía que Justin siempre había sido así. Así que esta vez bajamos de la Torre Eiffel por las escaleras y subimos al taxi que nos esperaba en la calle de enfrente del monumento.

De camino al hotel no pude parar de pensar, estaba nerviosa, muy, muy, muy, muy nerviosa, no os imagináis cuánto. Los dos sabíamos lo que iba a pasar, y no lo teníamos planeado. Sólo que era más que obvio. Llevo cuatro meses con Justin, nos conocemos de toda la vida, estamos enamorados, hay tensión sexual no resuelta, estamos en Paris, la ciudad del amor, acabamos de cenar, llevamos unas cuantas copas de vino y estaremos solos en una habitación de hotel, ahora sí, sin interrupciones. Además de que me había puesto ropa interior nueva y de encaje, por no decir que me había depilado con cera lo impensable, había hecho de todo para estar perfecta hoy. Porque hoy era un día especial, ya habían pasado de las doce y eso significa que estamos a día cuatro, justamente cuatro meses desde que estoy con Justin. Pero ninguno de los dos no hemos dicho nada, por ahora.

Jugueteé nerviosamente con el anillo que llevaba puesto. Me lo había reglado Justin un mes atrás. Me miré las uñas, nerviosa, me toqué el pelo, jugué con él, miré por la ventana, repiqueteé con mis dedos en ella.

—     ____, me estás poniendo nervioso a mi también. —jugó con los relojes de sus muñecas.
—     Eh…—dije sin saber que decir.
—     ¿Qué te pasa? —acarició mi pelo.
—     Estoy feliz. —medio mentí.
—     Estás nerviosa. —me aseguró.
—     No. —sonreí.
—     Esa es una risa nerviosa, no de felicidad.
—     Bueno, como sea. —puse los ojos en blanco— gracias por la cena, ha sido verdaderamente increíble. —cambié de tema.
—     ¿Te ha gustado? —besó mis nudillos con delicadeza.
—     Gustar es poco. —me abracé a él apoyando mi cabeza en su hombro.
—     Lo has vuelto a hacer. —rio.
—     ¿El qué? —pregunté confundida.
—     Has vuelto a cambiar de tema sin que me diese cuenta. —negó con la cabeza esbozando una sonrisa en sus labios.
—     Ah…—reí— te quiero muchísimo.
—     Y yo cielo. —me miró por un segundo— mierda, ¿cómo mierda lo haces?
—     Justin. —estallé a carcajadas— ¿cómo no te das cuenta?


Después de los minutos más largos de mi vida llegamos al hotel. Justin, EXTRAÑAMENTE, pagó al taxista nótese la ironía. Tampoco me molesté, esta noche lo haríamos a su manera, no quería enfados, si él pagaba hoy yo pagaría mañana y lo digo enserio, mañana no habría quien me quitase esa idea de la cabeza. Sonreí tontamente. ¿Qué hacía pensando en eso ahora?


—     Justin. —antes de entrar agarré su mano con firmeza.
—     ¿Sí, mi vida? —me miró atentamente a los ojos.
—     Sólo quería decirte que te quiero muchísimo, que eres lo mejor de mi vida ahora mismo y que jamás te cambiaría por nada ni por nadie. Sólo te quiero a ti, ni a tu fama ni a tu dinero, sólo a ti, ¿me oyes?
—     Lo sé cielo. —besó mis labios— ¿por qué me dices esto ahora? —cogió mi cara entre sus manos. Yo abrí mi bolso y de él saqué algo sin que Justin lograse verlo.
—     Felices cuatro meses juntos. —me abracé a él besándolo como nunca.

Al separarme de él le mostré una cajita envuelta en papel de regalo dorado. Él me miró sorprendido y curioso. ‘Para ti’ le susurré al oído ‘No hacía falta’ me respondió. Yo asentí, en signo de que si hacía falta. Mi novio, con cuidado fue abriendo el papel de regalo, no quería dañarlo, pero qué más daba, era sólo papel, lo importante estaba dentro. Cuando acabó de abrirlo se guardó el papel en el bolsillo. Puse los ojos en blanco soltando una pequeña risita, que considerado pensé.

Al abrir la caja se encontró con un reloj de oro macizo y diamantes, parecido a los que llevaba él, pero por dentro totalmente diferente excepto los números que estaban colocados en el mismo orden y todo eso. La aguja tenía pequeña tenía un cuatro grabado y la grande tenía grabado la palabra ‘Agosto’ y lo mejor era el fondo. Una pequeña foto de Justin y mía haciendo el idiota. Una de las fotos favoritas de Justin.

—     ____, es perfecto. —estaba asombrado, sin palabras, justo como quería que estuviese— esto debe ser carísimo, te debe haber costado el sueldo de dos o tres meses.
—     Justin, eso no importa, es para ti, quiero que lo tengas tú, que cada vez que mires la hora te acuerdes de mí. ¿Sí? —besé sus labios con furor— no repliques, disfruta esto.
—     Muchísimas gracias amor, te juro que este es el mejor regalo que me han hecho nunca. —miró el reloj de nuevo asombrado— ¿me lo pones?
—     Claro. —besé la punta de su nariz.

Al acabar de ponerle mi regalo Justin me acunó en sus brazos y entramos al hotel. Me subió por las escaleras, casi sin esfuerzo alguno, mi pequeño hombrecito. Al llegar a la habitación del hotel hizo un movimiento rápido para sacar las llaves de su bolsillo y meterla en la cerradura, yo acabé de girarla. Y al entrar me quedé asombrada.

La habitación estaba llena de velas, que hacían un caminito hasta llegar a la habitación. Miré a Justin asombrada, ¿cuándo había preparado esto? Bajé de sus brazos y sin quitarme los tacones recorrí el camino junto de la mano de Justin. La habitación tenía cuatro o cinco velas que iluminaban lo suficiente para ver que la cama estaba llena de pétalos de rosa, pero no rojos, sino de todos los colores. Eso era pura fantasía, la fantasía de cualquier mujer.


—     Felices cuatro meses a ti también. —besó mis labios lentamente haciendo que mi barriga se contrajese de placer.
—     Esto es fantasía. —miré sus ojos ahora muy abiertos.
—     ¿Estás preparada? —dijo cogiendo acercándome más a él y tirando suavemente de la cremallera de mi vestido.
—     Y tú, ¿lo estás? —junté mis labios con los suyos, por fin, el deseado momento había llegado.


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Cielos aquí tenéis el capítulo, sé que dije que haría maratón pero no he podido ya que estaba poco inspirada. Intentaré hacerla después de este capítulo, ¿vale? Además, os he compensado haciéndolo algo más largo, no os podéis quejar, eh. Y nada, deciros que la novela ya está llegando a su fin, le quedan unos capítulos más y bueno, adelantaros que estoy escribiendo otra. Así que fiesta. AJAJAJA otros de los motivos por los que he subido tan tarde.


Gracias POR LAS 42 MIL VISITAS, ESTOY FLIPANDO. Es genial tener unas lectoras así, enserio. Gracias por todas las que comentáis, os suscribís y votáis. Comentad mucho, os quiero.